Desde hace tiempo queríamos tocar este tema, y afortunadamente en el proceso de redacción pudimos encontrar más información que pudiera respaldar lo que en este artículo queremos desarrollar. No es un artículo corto, ya que implica ver 2 películas y varios videos, los cuales consideramos clave para expresar nuestro entendimiento del plan de Dios para sus creaciones, en este caso, los humanos, así como los animales.
En muchos grupos de Facebook aparecen comentarios de personas que aman a sus mascotas, y se empeñan en asignarles almas eternas como las de los humanos. Ciertamente, el humano debería aprender de los animales acerca de la lealtad y del amor incondicional que muchas mascotas entregan a sus dueños. En una humanidad caída, pareciera que el único amor honesto es del de un perro o una mascota, y eso nos muestra con claridad lo caída que está la humanidad, que ahora las personas han reemplazado el amor humano con el amor hacia un animalito.
Según el punto de vista gandhiano, contención no significa privaciones, hambre ni miseria; contención significa conocer la medida adecuada y vivir dentro de nuestros límites, reconociendo que hay otras especies que también necesitan espacio, alimento, bosques y agua. Las personas no tienen derecho a quedarse con la parte de otros seres. Este es el principio que lleva a una vida de elegante simplicidad.
Sarvodaya no reconoce la superioridad de la especie humana por encima de otras especies. La humana se merece el mismo respecto que las demás especies. Por ejemplo, cuando queremos fruta, es importante el árbol que nos la proporciona.
En la filosofía de sarvodaya no hay jerarquía alguna entre las especies. Todos tenemos nuestro lugar en el universo, estamos hechos los unos de los otros, todos estamos relacionados. Sin embargo, si como especie humana estamos en una posición de poder, no solo explotamos la naturaleza, sino que además tiramos nuestros residuos a la atmósfera y la contaminamos, lo cual provoca parte del calentamiento global; o al océano, lo cual contamina el mar; o a la tierra, lo cual degrada el suelo y lo erosiona. Solo si garantizamos el bienestar de la tierra, el aire y el agua, aseguraremos nuestro propio bienestar.
Si el bienestar de todos (sarvodaya) es el ideal para la sociedad, entonces swaraj (autogobernanza) es el medio político para lograrlo. Mahatma Gandhi no era ni un simple idealista ni un filósofo de sillón. Era un hombre práctico y de acción. Un ideal solo era bueno si se podía poner en práctica.
El término “pet-friendly” ha crecido tanto como el concepto de los “perrhijos”, y ahora vemos mascotas que son tratadas como bebés o niños humanos, aunque verdaderos especialistas en el tema de los animales insisten en mostrar a la sociedad que los animales NO son humanos, tienen necesidades distintas, formas de procesar y de pensar diferentes, y en muchas ocasiones, tratarlos como humanos no es lo que los hace felices y estables. En ese tema estamos de acuerdo totalmente con personas como César Millán, quien se cansa de decirle a las personas que los perros son perros, no personas, ni hijos.
Una de las cosas más importantes que quiero comunicar es que los perros son perros, no son humanos. César Millan.
En esta comunidad habemos muchos defensores apasionados de los animales. Incluso confesamos que algunos sentíamos más compasión por un perrito que por un humano. Es muy posible que esta dosis extra de compasión provenga del entendimiento de que nuestro Creador nos puso a cargo de los animales y del resto de su creación, y que debido a que ellos no tienen nuestra inteligencia y nuestra capacidad de comprender el bien y el mal, están sujetos a nosotros, y por tanto todo lo que nosotros hagamos mal hacia ellos, ellos lo terminan pagando muy caro.
En nuestra comunidad hay también algunos veganos, quienes han optado por ese modo de alimentación, sin embargo, a diferencia de muchos grupos veganos, no se ponen a atacar a quien consume carne. La Biblia deja claro que antes de la caída, la base de la alimentación era vegetariana, pero después de la caída, todos los animales son dados como alimento al humano. La convicción (y los requerimientos de cada organismo humano) de comer o no comer carne, y de consumir o no productos provenientes de animales sigue siendo una decisión personal, basada en salud, en diferencias de la forma como el organismo de cada persona procesa los alimentos, y la convicción personal. Nuestra comunidad no glorifica a los veganos ni condena a quienes comen productos de origen animal, y deja en cada persona la decisión de su dieta, sin convertir esto en un asunto con tintes espirituales.
Sin embargo, algo que sí compartimos muchos en esta comunidad es un amor hacia los animales y una intención de evitarles un sufrimiento innecesario, algo que vaya más allá de una necesidad de alimentación. Muchas personas muy amantes de los animales nos han contactado preguntando si sus perritos se van al Cielo, y que cómo es posible que una mascota no tenga alma eterna, si dan tanto amor y compañía a sus humanos. Esto nos motivó a compartirles nuestros puntos de vista, así como compartirles diversos materiales que llegaron a nuestras manos cuando estábamos desarrollando el tema, los cuales pensamos que manifiestan de una manera muy certera lo que el Creador pudiera querer decirnos sobre su creación… en particular, el trato a los animales y su rol como parte de este planeta.
Crecí en la ciudad sin mascotas. Mi aprecio por los animales se desarrolló mucho más tarde en la vida. De hecho, si no fuera por un Golden Retriever llamado Sam que compré para mis hijos en 2004, es posible que nunca hubiera desarrollado mi amor para los animales. Sam era el perro que todos deberían tener: amoroso, juguetón y ansioso por complacernos. No era Lassie, pero era bastante inteligente. En poco tiempo, Sam era parte de la familia.
Sam me enseñó que no hay perros malos, solo malos dueños que hacen a los perros, y a muchos otros animales, malos. Los animales hacen lo que hacen. Son inocentes incluso en su crueldad, porque no tienen ningún concepto de la moralidad. La moralidad es un territorio exclusivo de los humanos. Tenemos el conocimiento del bien y del mal, y podemos elegir entre los dos, pero los animales no tienen este conocimiento, ni tampoco pueden hacer lo malo deliberadamente, como lo hacemos nosotros.
Sam me enseñó que los animales merecen mi respeto y cuidado. Él me ayudó a entender que los animales también son criaturas únicas de Dios. Cuando consideré la enseñanza de la Biblia sobre los animales desde la perspectiva de mi relación con Sam, obtuve una nueva apreciación para todos los animales.
La Biblia nos enseña que Dios creó a los animales. No son el producto de la casualidad o los procesos naturales fortuitos, como tampoco lo son los humanos. Génesis 1: 24-25 dice que Dios creó a los animales, desde las bestias de la tierra hasta los insectos rastreros. La Escritura incluso nos dice que el aliento de vida reside dentro de ellos. En virtud de nuestra creación a imagen de Dios, nosotros los humanos somos especiales en comparación con toda la creación, pero eso no significa que el resto de la creación no tenga ningún valor para Dios, o que él no la disfrute.
Cuando Dios creó a los animales, declaró que su creación era “buena” (Gén. 1:25). Al concluir el relato de la creación en Génesis 1, Dios miró “todo lo que había hecho” y lo declaró “muy bueno” (v. 31). La creación fue “muy buena” cuando se consideró en su totalidad, no solo en referencia a los humanos. Los seres humanos son el logro supremo de la actividad creadora de Dios, y como portadores de su imagen, poseemos algo de lo divino que ningún otro ser en la creación posee, pero no debemos permitir que esa verdad empañe nuestro aprecio por el resto de la creación ni disminuya nuestras responsabilidades hacia ella.
Hemos encontrado diez verdades bíblicas sobre los animales que deberían afectar cómo pensamos sobre ellos y cómo los tratamos.
En Génesis, Dios le dijo a Noé que construyera un arca para salvarse a sí mismo, a su familia y a las criaturas terrestres del próximo diluvio. Sin embargo, no le dijo a Noé que saliera y juntara a los animales. Él le dijo que los recibiera. Cuando llegó el momento de que comenzara el diluvio, el texto dice que los animales “entraron en el arca” (Genesis 7:9). La única explicación para las acciones de los animales, es que Dios los atrajo al arca. Dios se comunicó con ellos directamente, y ellos respondieron.
Otro ejemplo de la comunicación de Dios con los animales se puede encontrar en la experiencia del profeta Elías. Cuando Elías huyó de Acab, rey de Israel, se dirigió a un área al este del río Jordán. La Biblia dice que Dios le ordenó a los cuervos que le trajeran comida mientras él estaba allí, y lo hicieron (1 Reyes 17: 4-6).
Estos ejemplos no implican que Dios esté en comunicación regular con los animales, pero dejan claro que tal comunicación ha ocurrido. Ciertamente es plausible que Dios interactúe con los animales más de lo que nos damos cuenta.
A menudo citamos Mateo 10:29-31 para enfatizar la preocupación de Dios por los humanos. En este pasaje, Jesús ayudó a sus oyentes a comprender el alcance de la preocupación de Dios por ellos: si a Dios le importa la muerte de un ave común, ciertamente se preocupa por las necesidades de los humanos. Sin embargo, eso no es todo lo que aprendemos de este pasaje. Jesús también nos dio una idea de la actitud de Dios hacia los animales. Es cierto que los humanos son “más valiosos” que un pajarito común, pero Jesús no dijo que los animales no tienen ningún valor para Dios. En comparación con los humanos, el pequeño gorrión tiene poco valor, pero Dios todavía valora la vida de ese pequeño gorrión lo suficiente como para estar conmovido por su muerte.
No es solo que Dios note la muerte del gorrión, como uno podría notar que el viento está soplando. Jesús quería que sus oyentes entendieran que Dios está emocionalmente involucrado con ese gorrión. Una vez que reconocemos que Dios está emocionalmente involucrado con las aves, es decir, con los animales, así como con los humanos, estamos hablando solamente de una diferencia en el grado en que él está involucrado, no en si lo está o no.
La historia de Jonás también ofrece una perspectiva de la preocupación de Dios por los animales. Después de que Jonás predicó y la gente de Nínive se arrepintió, Jonás expresó su disgusto por la decisión de Dios de no enviar juicios destructivos sobre la gente. Al confrontar a Jonás acerca de su actitud y su corazón duro, Dios le recordó a Jonás que no solo se habían salvado 120,000 personas, sino que también se salvaron “muchos animales” (Jonás 4:11). El bienestar de estos animales también le importaba a Dios.
Además, las Escrituras enseñan que Dios está personalmente involucrado en la alimentación de los animales. El Salmo 104:14 dice que Dios “hace” que la hierba crezca para el ganado. El texto hebreo usa la forma causativa del verbo “crecer” para revelar esto. Dios no está simplemente mirando pasivamente a la naturaleza cuidando de sí misma. El versículo 21 continúa con este tema cuando dice que los jóvenes leones “buscan su alimento de Dios”. Al juntar estos ejemplos individuales, el salmista habla de los animales en general, diciendo: “Todos esperan que Tú (Dios) les des su alimento.”(v. 27).
En el Salmo 104:31, el salmista declaró: “Alégrese el Señor en sus obras”. Claramente, la declaración habla ampliamente de todo lo que Dios ha creado, pero está precedida por una larga descripción de la interacción de Dios con los animales: cabras salvajes. tejones de roca, bestias del bosque, leones jóvenes, animales pequeños y grandes (véanse los versos 18-30). En unos pocos versos más, el salmista usó esta misma palabra traducida como “alegre” para describir su propia alegría en Dios. Dijo enfáticamente: “Me alegraré en el Señor” (Sal. 104: 34).
No es difícil comprender que los animales traen alegría a Dios cuando consideramos la alegría que obtenemos al ver a nuestros propios hijos. Incluso disfrutamos viendo animales con los que no tenemos una conexión… YouTube está lleno de videos de animalitos tiernos o que hacen cosas graciosas, y suelen ser los videos más vistos. Dado esto, es comprensible que quien creó todas las cosas, las disfrute.
Cuando Job se quejó de que Dios lo había maltratado, Dios señaló a la creación para ayudar a Job a entender su soberanía. Los animales ocupan un lugar destacado en su respuesta a Job. Dios le recordó a Job que él es quien provee para los animales (Job 38: 39-41). Él les designó su lugar en la creación (Job 39: 6). Dios también señaló que él es más poderoso que el temido Behemoth y Leviatán por el hecho mismo de que él es su creador (Job 40:19; 41:10). Si bien esos enormes animales pueden estar más allá del alcance de Job, no están más allá del alcance de Dios.
En respuesta, Job reconoció la soberanía de Dios. Él dijo: “Retiro mis palabras y me arrepiento en polvo y ceniza” (Job 42:6). El hecho de que Dios usó ejemplos del mundo animal para convencer a Job de su soberanía sugiere fuertemente que esto es parte del propósito de Dios para su creación. Dios ha creado maravillas en los animales, y por diseño, lo señalan a la humanidad como el gran y único soberano. De hecho, los animales viven sus vidas haciendo lo que Dios los ha creado para hacer… el humano es quien ha desobedecido todas las reglas del diseño de su Creador.
En el Salmo 148, el salmista llamó a toda la creación para alabar al Señor. Incluyó en esta convocatoria a los monstruos marinos, bestias, ganado, reptiles y aves. El verso final del salmo dice: “Que todo lo que respira alabe al Señor. ¡Alabado sea el Señor! ”(Sal. 150: 6). A pesar de que no lo hacen con palabras, los animales traen gloria y alabanza a Dios.
Por su propia existencia, los animales:
Algunos niegan que los animales sean inteligentes. Prefieren acreditar al instinto por sus habilidades para tomar decisiones. Creen que los animales son “tan inteligentes como necesitan ser” para sobrevivir. Creo que esto no es exacto. He visto a mis perros en muchas ocasiones tratando de comunicarse conmigo. Ellos compensan su falta de lenguaje al encontrar otras formas a través de sus habilidades de razonamiento para comunicar su voluntad.
En la Biblia, Dios revela inteligencia animal a través del encuentro inusual de Balaam con su burro (Núm. 22: 21-33). En ese incidente, el burro vio al Ángel del Señor parado en el camino y se hizo a un lado. Balaam se enojó con el burro porque no le obedecía. Sin embargo, el Ángel del Señor dio crédito al pensamiento rápido del burro y declaró: “El burro me vio y se apartó de mí tres veces. Si no se hubiera apartado de mí, seguramente te habría matado ”(v. 33). El burro reconoció el peligro y tomó la decisión de alejarse del Ángel, a quien Balaam ni siquiera podía ver.
Además, todos hemos visto a los animales usar herramientas para obtener alimentos. No necesitan usar herramientas para comer. Tienen fuentes que no requieren el uso de herramientas, pero tienen la capacidad de razonamiento para saber que una herramienta les ayudará a obtener alimentos. Además, todos hemos visto animales correr del peligro. ¿Cómo sabe un animal que está en peligro? Debe comprender algo sobre la vida para buscar protegerse.
No podemos eliminar completamente el concepto del instinto al pensar en los animales, pero al mismo tiempo, no debemos descartar la evidencia de que los animales también tienen un cierto nivel de inteligencia.
El incidente de Balaam y su burro pone de relieve otra idea sobre los animales. Revela que es posible que los animales vean ángeles (Núm. 22: 21-33). En ese incidente, Balaam se libró de la muerte a manos del Ángel del Señor porque el burro se “desvió” cuando vio al ángel. El texto no dice que el Ángel del Señor reveló su presencia al burro. Simplemente nos dice que el burro vio al ángel.
Los humanos ven a los ángeles solo cuando los ángeles quieren revelarse. El burro vio al Ángel del Señor sin su auto-revelación. De hecho, a juzgar por los comentarios del Ángel a Balaam (ver v. 33), el burro en realidad estaba actuando en contra de las intenciones del Ángel. Podríamos entender si el Ángel dijo que quería que el burro ayudara a Balaam a evitar el destino que había planeado para él. Pero el texto no dice eso. Una simple lectura del texto sugiere que el burro en realidad estaba frustrando el plan del ángel.
Esta conclusión gana más apoyo cuando vemos que el Señor tuvo que capacitar al burro para que pudiera hablar (v. 28). Si Moisés reconoció la necesidad de decirle al lector que el Señor le dio poder al burro para hablar, él podría fácilmente haber dicho que el Señor le permitió al burro ver al Ángel del Señor. Sin embargo, él no nos dice eso.
Si bien no debemos tratar de desarrollar una doctrina importante en torno a este evento único, todavía plantea preguntas importantes sobre nuestra comprensión de la relación de los animales con el mundo espiritual.
El salmista describió la alegría que sienten los animales. En el Salmo 104, dijo que Dios formó a la criatura marina Leviatán “para jugar” en el mar (v. 26). La palabra hebrea traducida “juego” aparece con bastante regularidad en las Escrituras. El rey David usó esta palabra para describir su celebración cuando el arca de Dios estaba siendo traída a Jerusalén (2 Samuel 6:21).
El libro de Job proporciona una visión adicional. Allí, Dios mismo describió la alegría que experimentan los animales. Mencionó al avestruz batiendo sus alas “con alegría” (Job 39:13), y las bestias del campo “jugando” a su alrededor (Job 40:20).
Este no es un concepto extraño para nosotros. Todos hemos visto animales jugando. El testimonio de las Escrituras y nuestra propia experiencia nos recuerdan que los animales son más que autómatas impulsados por el instinto. Son seres con capacidad de alegría, tristeza, emociones y frustración.
Respecto a los animales, Dios los creó “por su inocencia”. Es difícil encontrar una mejor descripción de los animales que esta. Los animales parecen carecer de la capacidad de reflexión moral. Simplemente hacen lo que hacen. La Escritura apoya este entendimiento. Fueron los humanos quienes comieron del árbol del conocimiento del bien y del mal, no los animales (Genesis 3: 1-7).
Esta observación de la inocencia animal no solo es importante para nuestra comprensión de los animales sino que también nos ayuda a entender nuestro sentido de la justicia. Cuando preguntamos por qué nos sentimos ofendidos por la crueldad hacia los animales, reconocemos que estamos reaccionando a un sentido innato dentro de nosotros que es rechazado por violaciones sin sentido de su inocencia y vulnerabilidad. Este reconocimiento nos ayuda a comprender algunas de las motivaciones en nuestro sistema de justicia penal. Cuando castigamos los actos de agresión contra nuestros semejantes, estamos respondiendo a las violaciones de su inocencia y vulnerabilidad. Tales violaciones deben ser castigadas. Nuestro sentido de la justicia lo exige.
Además, aprendemos sobre la justicia divina de los animales. La práctica del mandato bíblico hacia Israel de la expiación sustitutiva proporciona esta lección. La Escritura enseña que la rebelión contra Dios es pecado. La santidad de Dios exige un castigo en respuesta a esta rebelión. En otras palabras, Dios requiere justicia. O la persona culpable, o un sustituto aceptable debe responder por el pecado humano. Dios creó el sistema de sacrificios en Israel para ayudar a su gente a entender esta realidad: cuando alguien peca, se rompe la ley, se debe pagar una pena, y algo muere. Él ordenó que este sistema intercambiara el pago de la pena en animales inocentes para satisfacer las demandas de su justicia divina. Los animales inocentes pagarían por el pecado de las personas. Este sangriento despliegue sirvió como un símbolo de lo que aún estaba por venir, cuando el Hijo de Dios, un inocente, se ofreciera a sí mismo como el sacrificio verdadero, eterno y sustituto del pecado de toda la humanidad (Romanos 3: 21-26). Aquellas personas que acusan a nuestro Creador (o como les gusta llamarle: el “Dios del Antiguo Testamento”) de provocar sacrificios de animales y lo tachan de “sangriento” no entienden que lo que realmente provocaba tales sacrificios eran los humanos que infringían una y otra vez la ley de Dios, y los animales pagaban por ello. Estos sacrificios ya no son necesarios ya que nuestro Creador mandó a su propio hijo a morir por toda la humanidad. A ese grado de amor y compromiso por el humano llega nuestro Creador.
El Salmo 24: 1 se establece sin reservas: “La tierra es del Señor, y todo lo que contiene”. Este hecho se repite regularmente en las Escrituras. Si bien Dios le ordenó al primer hombre y la primera mujer que “gobernaran” sobre todo ser viviente (Génesis 1:26), no por ello Dios estaba renunciando a la propiedad de todo ser viviente.
De hecho, Dios no renunció a la propiedad de nada. Puso al hombre y a la mujer en el jardín para “cultivarlo y conservarlo” (Genesis 2:15). Incluso le dio a los humanos la autoridad, y después del diluvio, nos dio todo el resto de la creación como alimento. Pero ninguna de estas asignaciones de autoridad y poder incluía una transferencia de propiedad. Los humanos desempeñan un papel de mayordomía hacia la creación, como cuidadores, y no un rol de propiedad (Genesis 2:15). Esta mayordomía está destinada a incluir una actitud de respeto (Levítico 25:3-5; Números 35:33). Los animales están sujetos a los humanos, pero no son nuestros para hacer lo que queramos con ellos. Le pertenecen a Dios (Job 41:11; Salmos 50: 10-11).
Partiendo de todo este estudio, podemos sacar algunas conclusiones importantes sobre cómo debemos actuar con los animales. Cuando consideramos que los animales formaron parte del diseño original de Dios para su creación, es plausible que también formen parte de su diseño eterno. En su carta a la iglesia en Roma, el apóstol Pablo dijo que toda la creación fue sometida a los efectos corruptos de la caída, y que llegará el día en que también se librará de esta corrupción (Romanos 8:18-22). No hay razón para sospechar que los animales no son parte de esta visión de una creación redimida.
Confesaré que no soy alguien que cree que los animales van al cielo cuando mueren. No veo ninguna evidencia bíblica para eso. Pero dadas estas declaraciones de Pablo, deberíamos prestar más atención al lugar de los animales en la eternidad. Puede que no sean los mismos animales que hemos llegado a amar en nuestras vidas, pero parece que tienen un futuro más allá de la caída. Los animales merecen ser tratados con la dignidad que ese futuro otorga.
Segundo, debemos perder algo de nuestra visión antropocéntrica de la creación y reemplazarla con una visión teocéntrica, donde Dios está comprometido con toda la creación, no solo con la humanidad. Mientras que una visión teocéntrica de la creación no se trata de que equiparemos a los humanos con el resto de la creación, es decir, que digamos que valemos ante Dios lo mismo que los animales, sí debería hacer que tratemos al resto de la creación con más respeto. Dios está interesado en toda la creación, no solo en los humanos. Después del diluvio, él pactó con toda la carne en la tierra, incluyendo a los animales, nunca más destruir la tierra con un diluvio (Genesis 9: 11-17). El hecho de que Dios hiciera un pacto con los animales nos dice algo de su amor por ellos. Por lo tanto, debemos preocuparnos más por toda la creación, incluidos los animales también.
Tercero, estas verdades bíblicas sobre los animales significan que debemos participar en actividades que ayuden al resto de la creación a cumplir con el diseño e interés de Dios en ello. Posiblemente, no sabemos todo lo que eso significa. Por ejemplo, ¿quién hubiera adivinado que Dios usaría los cuervos para alimentar a su profeta? En consecuencia, debemos ayudar a potenciar la creación, no como sus esclavos o sus iguales, sino como sus cuidadores.
Cuarto, debemos abandonar las nociones no bíblicas sobre los animales y abrazar una visión más bíblica de nuestros cohabitantes animales. La Biblia nos obliga a desarrollar un mejor aprecio y respeto por ellos. Me alegra que la ciencia esté revelando muchas verdades iluminadoras sobre el mundo animal. Pero está claro que las Escrituras ya han revelado gran parte de lo que la ciencia está descubriendo. Los animales son mucho más complejos de lo que parecen a primera vista. Debemos hacer todo lo posible para comprenderlos a ellos mejor así como su lugar en la creación de Dios. No solo será bueno para ellos, sino también para nosotros.
Dios puso animales en el planeta y también les dio un mandato. Parte del llamado humano es ayudarlos a cumplir este mandato de una manera que les permita alcanzar su máximo potencial en la creación. No solo enriquecen nuestras vidas, sino que señalan al creador de todas las cosas. Los animales no solo son dignos de nuestro respeto. Ellos lo merecen y nosotros respondemos sobre su bienestar.