A veces somos capaces de permanecer por tiempo indefinido soportando situaciones que nos generan mucho malestar, pero que no somos capaces de soltar por miedo. Y normalmente detrás de ese miedo se esconde un problema de autoestima que hay que resolver con prontitud.
Resulta que cuando no nos sentimos suficiente, cuando no nos sentimos capaces de tener algo mejor en nuestras vidas, cuando tememos que lo que nos hace daño sea lo mejor que podemos conseguir, estamos menospreciando nuestro valor… A veces no somos capaces de reconocer estos juicios acerca de nosotros mismos, abiertamente, ni siquiera sin testigos, pero en nuestro interior, tenemos la tendencia a sabotearnos, a criticarnos, a dudar de lo que hacemos, a culparnos…
Desde el maltrato hacia nosotros mismos, no podemos esperar situaciones que nos favorezcan mucho desde afuera. Si yo no puedo ver en mí aquello que me hace sentir que merezco lo mejor, difícilmente vibraré con algo que no refuerce mis dudas y temores.
Es acá donde es esencial el permitirnos y ¿qué sería aquello que tendríamos que permitirnos? Nuestra conexión con nuestra fuente, el reconocer nuestra esencia, la presencia de la divinidad en nosotros. Si nos sabemos parte de una creación maravillosa y a su vez únicos por todo lo que nos define, ¿cómo podríamos dudar que merecemos lo mejor en nuestras vidas?
Lo que debemos hacer es reprogramar nuestra mente, para eliminar esos pensamientos que nos desconectan con el bienestar y para ello basta con agradecer, con apreciar, con reconocer, lo que tenemos para recorrer la vida, lo que somos. Debemos enfocarnos en lo que sentimos que marcha mejor en nuestras vidas, en lo que nos gusta, en lo mejor de nosotros y así vamos a ir redescubriéndonos, dándonos un valor diferente y reconectándonos con lo que en realidad somos.
Desde el autoreconocimiento y la autovaloración, los miedos se sueltan, de hecho ya ni siquiera es necesario que dejemos atrás nada, porque eso que nos perturbaba la vida, dejará de ser atraído por nosotros y vendrán escenarios, personas, oportunidades, que crearemos desde una nueva realidad.
Todo se reduce a enfocarnos de manera inteligente, a ver lo mejor de la vida a través de nuestros cristales, a amarnos y permitir crearnos una vida como la merecemos, porque a fin de cuenta nada de lo que nos ocurre es casualidad, sino una consecuencia de lo que hemos venido potenciando en nuestra mente, de nuestro enfoque, de lo que somos y de lo que atraemos.
Los miedos salen cuando la fe entra.
Por: Sara Espejo – Rincón del Tibet