Ciertamente los momentos más complicados, son los que representan un mayor reto, porque pueden sacar lo peor o lo mejor de nosotros. Pero bien dicen por allí, cuando exprimes una naranja, no obtendrás jugo de pera, sencillamente porque no es lo que se encuentra en su interior.
Si bien es cierto que nosotros tenemos diversidad de emociones dentro, debemos intentar alimentar aquellas que podamos devolver al mundo en forma de luz, entiéndase: calma, armonía, sosiego, amor, gratitud, esperanza, optimismo, etc… Solo podemos ofrecer eso, cuando lo hacemos predominante en nuestro ser.
No podemos repartir amor desde la rabia, no podemos ofrecer paz desde el miedo o la impaciencia, solo cuando existe en nosotros y nos sentimos eso, es que podemos darlo a nuestro exterior.
Mientras mayor es la turbulencia afuera, más calma necesitamos dentro. Aprendamos a encontrar vías que nos devuelvan a un estado de calma, cuando estamos perdiendo la capacidad de sentirnos bien.
No es sencillo sentirnos cómodos en momentos de crisis, en donde aparentemente todo está funcionando mal, cuando hay caos a nuestro alrededor. Pero si hacemos una pausa y detectamos alguna cosa que está bien en el momento presente para nosotros, tendremos una gran pista de en qué podemos enfocarnos para conectarnos con nuestro bienestar, para recordar de dónde hemos venido, para recordar que las circunstancias no nos definen y que somos mucho más.
Una vez que estamos bien con nosotros y con lo que esté ocurriendo en nuestro entorno, aun cuando no sea de nuestro agrado, no tendremos que hacer mucho más, nuestra luz se irradiará alrededor y con ello mejorará un poco el caos en el cual nos encontremos, no solo para nosotros, sino para quienes nos rodean.
El no ser ecos del desastre, el no conectarnos con los peores acontecimientos, el no maldecir lo que pensamos causante de nuestros problemas, no nos coloca en una posición de indolencia o de ignorancia, nos coloca en la privilegiada posición en donde podemos conectarnos con nuestra esencia, que no se pierde ante el caos y desde el mejor lugar para apoyar y ayudar a quienes lo necesiten.
Un pequeño farolito espanta gran oscuridad y cuando te sientes luz, eres como una llama, que puede ir encendiendo a quien esté dispuesto a acercar su mecha. No dejes de estar alerta, porque a muchos les molesta la luz y querrán acercarse solo apagarte, recuerda quien ERES.
Por: Sara Espejo – Rincón del Tibet