La mujer medicina es aquella que cree fielmente en sí misma, en sus cualidades y en sus posibilidades y las aprovecha para crecer y sanarse como persona y como mujer, sin olvidarse de los suyos.
Hoy en día se usa el concepto de la “mujer medicina”. Pensar en esta idea y reflexionar sobre sus conceptos puede suponer, sin duda, un interesante despertar a nuestro crecimiento personal como mujeres que vale la pena descubrir o, mejor dicho, “re-descubrir”.
La mujer medicina que todas llevamos dentro es una entidad llena de historias, de sabiduría adquirida con el tiempo y, a su vez, heredada de nuestro linaje.
Esta mujer sanadora despierta ya sea tarde o temprano, desde el interior hasta el exterior para ver las cosas con mayor trascendencia, equilibrio, intuición y sabiduría.
Entiende que la persona que más puede ayudarle, que más la quiere, que más conocimientos y valores le puede transmitir para tener éxito en la vida es ella misma.
“Para abrir nuevos caminos, hay que inventar; experimentar; crecer, correr riesgos, romper las reglas, equivocarse y divertirse”: Mary Lou Cook.
A lo largo de nuestra historia y en este legado cultural aún tan arraigado, a nuestro pesar, a una visión tradicional, la figura de la mujer quedaba casi siempre vinculada al área de la casa, la crianza y la atención de hijos.
Quizá por ello en esa fuerte obligación por dar todo su ser, energía y afecto a los demás, la mujer se olvidaba de atenderse a sí misma y olvidaba que ella también tiene poder.
Lo hemos visto en nuestras abuelas, e incluso en muchas de nuestras madres, relegadas todavía al ámbito privado de la sociedad. Lo creamos o no, en esta actualidad tan moderna, y supuestamente igualitaria, siguen dándose muchas de estas conductas, en donde la mujer es relegada a la casa y a la cocina.
La mujer continúa priorizando muchas veces a los suyos, a su pareja, a sus hijos, a sus padres. Esas conductas llevan poco a poco a una lenta autorrenuncia, aunque por lo general es inconsciente.
Sabemos que la atención y cuidado nacen del amor. Sin embargo, el auténtico problema que surge, una vez más, es que se pierde ese contacto tan vital con la propia identidad, con las propias necesidades y la autoestima.
No es lo adecuado. Debemos ver las cosas desde otra perspectiva. La mujer medicina surge en nuestra sociedad como un despertar. Debemos darnos cuenta de que todas esas cosas que una necesita, anhela o que siente como un vacío, se hallan en el propio interior.
Somos nuestro propio canal de curación. Desde el momento en que nos priorizamos y empezamos a tratarnos con respeto, con afecto, y a entender que todo lo conseguido, e incluso lo perdido, es una hermosa enseñanza, aprendemos a ser mucho más fuertes.
La mujer medicina es también la que ha conseguido sanar su pasado para caminar en libertad por su presente. Algo así solo se consigue aceptando nuestras raíces, todas las historias de daño y dolor hacia nuestros ancestros.
Aprender a perdonar aquello que, en un momento dado, nos hizo daño. Perdonar no significa en absoluto claudicar o aceptar la mala conducta de “esa” persona. Significa, ante todo, “dejar ir” para avanzar, perdonar para seguir adelante manteniendo un vínculo sólido con nosotras mismas.
A su vez, la mujer medicina mantiene un fuerte lazo con su círculo femenino, es decir, con sus madres, hermanas, amigas…
Ese lazo de unión también nos permite sanarnos, porque no hay nada tan catártico como compartir experiencias, desahogarnos, ayudarnos, escuchar y aconsejar para construir una identidad mucho más fuerte nutrida por ese lado femenino.
Para sacar fuera a la mujer medina que llevas dentro, no es necesario tener una edad concreta. Esa madurez personal, psicológica y afectiva puede alcanzarse en cualquier momento en que una, por fin, se sienta dueña de sí misma. Para ello, vale la pena reflexionar acerca de estas dimensiones.
Tienes derecho a amar con todo tu ser a tu familia, a tu pareja, a tus hijos y a tus amistades. Sin embargo, toda mujer sabia entiende que ninguno de estos afectos será auténtico si primero no aprendemos a querernos a nosotras mismas.
Quien no se ama lo suficiente espera que sean los demás quienes le traigan oxígeno, quienes apaguen sus miedos, sus dudas y sus vacíos.
Para ser mujer medicina debemos entender que quererse a una misma no es un acto de egoísmo. Es un principio de salud mental.
La mujer medicina no espera nada de nadie, lo espera todo de sí misma porque se sabe valiente, digna y capaz. A su vez, entiende la vida desde la perspectiva del amor y el respeto. Lo dará todo por los demás, pero nunca se va a olvidar de sí misma.
Tiene a su favor la experiencia, el temple y esa resiliencia que ha heredado de su madre, de su abuela, de esas mujeres que ha visto luchar cada día haciendo de sus tristezas sus fortalezas.
Tampoco podemos olvidar su sutil equilibrio entre la razón y la intuición. Entiende que para vivir hay que ser receptivos y observadores, dejando a un lado los egoísmos.
A la hora de tomar decisiones atiende la voz de su intuición y de sus corazonadas, porque es ahí donde se halla su sabiduría y su poder.