No sé por qué será, que siempre tendemos a ver los defectos de los demás, los juzgamos, los criticamos y pretendemos adiestrar bajo nuestro criterio dando soluciones. Nos creemos en el derecho de luchar contra el mal o lo que está mal sin saber que los errores de las personas son en parte el motor transformador y fuente de cambio. Recordemos que la única forma capaz de transformar la oscuridad es el amor. No el juicio, no el enojo, no la crítica para separar el bien del mal etc…
Para desactivar este juego de ilusión, (bien mal, correcto, incorrecto) primero necesitamos dejar de juzgar y criticar, reprochar, censurar, difamar a otros, dejar la enemistad, la ira, el rencor, sea cual sea nuestra justificación, porque no hay triunfo en la destrucción, ni en la humillación.
Cuando critiques observa que es el ego quien toma las riendas y quien pretende justificarse para que los otros sean capaces de corregir sus faltas; claro está todo bajo tu punto de vista y, lo digo en tono irónico, que siempre será el correcto. Y al reaccionar ante estos errores del otro los vuelves reales para ti. Tu ego te hará reafirmarte en que tú haces siempre las cosas con criterio y correctamente y siempre te hará ver los defectos en los demás.
Si reaccionas de forma agresiva, le críticas, le pones en tela de juicio, eso significa que no estás escuchando la voz de tu espíritu, también que no estás empatizando ni poniéndote en el lugar de otro y te vuelves insensato.
El verdadero acto de perdón hacia a ti mismo consiste en mirar más allá del error hasta que el espíritu palpite en el corazón del otro, la presencia de Yo Soy perdona tanto a tu amigo, al que críticas, como a ti mismo.
Y ahora piensa y pregúntate, si muchas veces no puedes ni corregirte a ti mismo, si te cuesta ver tus propios errores o admitirlos ¿cómo pretendes corregir al otro? Recuerda que pretender salvar al otro de sus errores es la arrogancia del ego que se adueña de ti.
Si la gente recordara más a menudo que,
en esta tierra sólo estamos de paso y que esta vida no es eterna,
tal vez, podría ser más humilde.