No podemos negar que sentimos una total satisfacción al ayudar a las demás personas. Nos sentimos en paz con nosotros mismos y la sonrisa de las personas a nuestro alrededor crea una nube de positividad de la que no queremos alejarnos.
Por eso, cada vez que te descubras pensando “la vida de esta persona sería mucho mejor si…”, recuerda que esa es la vida de ella y no la tuya. Por más que quieras ayudar, la perspectiva de ella sobre el mundo es diferente de la tuya, y proyectar expectativas sobre el otro no le ayudará en absoluto.
¿Por qué? Sencillo: hay personas que, literalmente, cultivan sus problemas y se apegan a ellos de tal forma que ya no consiguen verse sin ese algo por lo que lamentarse. En cuanto a ti… bien, tu no puedes cambiar a nadie. Lo único que puedes hacer es aceptar (que duele menos, como ya dice la sabiduría popular) y amar a esa persona así como es.
Y a partir del momento en que te hundes en problemas que no son tuyos, los transforma en suyos también. Te implicas con tanta profundidad que pasas a vivir en función de la vida del otro, olvidándose de sí mismo. ¿Resultado? ¡Nadie ayuda a nadie!
El hecho de que te parezca increíble como una persona se expresa, no significa que tengas que convencerla de que se ha equivocado de profesión. O que debería hacer un intercambio. O que podría hacer un nuevo negocio.
El hecho de que esa persona sea muy inteligente no significa que tu tengas la “obligación de amigo” de informarle de que los estudios que ha elegido son demasiado simples o que tiene que dejar de ser maestro para presidir una gran empresa. Una vez más, no es tu vida. ¡Así que no cuides de ella!
Puedes, por supuesto, ayudar a un amigo(a), compañero(a) o familiar con una buena conversación, demostrándole que estás agradecido por su compañía, invitándole a comer y diciéndole lo especial que él(ella) es en tu vida. Lo que no puedes hacer es sentirte en la obligación de tomar las riendas de la vida de esa persona y organizarla tu; aunque ella quiera, aunque lo pida, aunque lo implore.
Con esa actitud sólo le quitarás el estímulo para creer en su propio potencial, y la convertirás en dependiente de ti para siempre. Si es lo que deseas, busca un psicólogo – ¡te pasa algo!