A lo largo de nuestras vidas podemos llegar a ciertos puntos, sin saber cómo nos ubicamos allí, ni mucho menos cuál es la dirección que debemos tomar. Nos podemos sentir perdidos, sin encontrarnos a nosotros mismos, e incluso con la sensación de que llevamos mucho tiempo caminando en una dirección que nos ha conducido a un lugar en donde no desearíamos estar.
Lo primero que debemos hacer es calmarnos, detenernos, no seguir avanzando solo por el hecho de movernos. Movernos sin saber mucho hacia donde, a veces resulta de provecho cuando nos sentimos atascados, pero cuando nos sentimos perdidos, lo ideal es hacer una pausa.
El reconocer que no sabemos hacia dónde vamos, es una oportunidad de oro. Aunque puede resultar doloroso el no estar seguros del punto en el que nos encontramos, el reconocerlo nos obliga a aclarar el camino, nos presiona para no continuar a la de deriva. El perdernos nos empuja a tomar un mapa y descifrar dónde estamos y a dónde queremos llegar, viendo las posibles rutas a las cuales podemos tener acceso.
Ese mapa normalmente tenemos que hacerlo nosotros, pero es parte de la obra maestra de nuestras vidas, así que mientras más lo carguemos de buena vibra, más útil nos resultará.
El no saber quiénes somos, en dónde estamos, lleva consigo una nota de inconformidad con la situación presente, que no sentimos como propia y solo un viaje a lo más profundo de nuestro ser, será lo que nos hará retomar el control.
Para ello, sugerimos seguir los siguientes pasos:
Establece en tu rutina diaria al menos 5 minutos de meditación. Si no sabes cómo hacerlo, puedes revisar el siguiente link, buscar información en la red o con un guía de meditación:
La meditación te pondrá en comunicación directa con tu alma, ella te conoce desde un punto de vista diferente al de tu mente y te ayudará a trazar el camino de vuelta a ti mismo.
Haz una lista de lo que consideras está bien en tu vida, incluyendo todos los aspectos posibles: vida familiar, relaciones amorosas, salud, trabajo, prosperidad y cualquier otro elemento que consideres de interés.
Mantén distancia de todo aquello que te inquiete demasiado. Evita preocuparte y date cuenta de que estás haciendo una inversión importante de la cual dependerá el resto de tu vida.
Determina qué es lo amas, personas, cosas, actividades, lugares y procura dedicarles tiempo. Cualquier cosa que alegre tu alma, te dará pistas del camino que debes tomar. Aquí debes confiar en ti, en tus capacidades, en tu ímpetu, en tus ganas de aprender, en tu interés. Escúchate tratando de descubrir tu vocación, tu talento, tu propósito…
Haz una limpieza emocional, comienza perdonándote a ti y liberándote de cualquier culpa con la que estés cargando. Luego sigue con los demás, no importa lo ofendido o lastimado que hayas resultado, perdona para liberarte de esa carga. Ya te darás cuenta de que valió el esfuerzo.
Imagina la vida que deseas, la que realmente quisieras vivir y dedica unos minutos de tu día a proyectarte en esa vida, en primera persona, sintiendo cada emoción como si estuvieses viviendo ese momento. Vas a crearlo primero en tu mente, para materializarlo en tu vida. Cualquier cosa que puedas proyectar allí, es posible, solo créelo.
Aprende a escucharte, acércate a todo lo que te haga sonreír, aléjate de todo lo que te conecte con el bienestar. Ese será una de tus guías para ir armando tu mapa y las rutas paso a paso.
Sé paciente, el descubrirnos no necesariamente es algo de un día para otro. Normalmente nos tomará tiempo encontrarnos, pero cuando lo hagamos, nos sentiremos tan cómodos, que recordaremos cariñosamente la crisis que nos ubicó allí.
Agradece la oportunidad de reinventarte y vive tu descubrimiento como un renacimiento voluntario.
Sigue estas sugerencias y emprende el viaje más enriquecedor de todos… el que te lleva hacia ti mismo.