Un abrazo es un acto sencillo y gratuito que nos brinda más beneficios que muchas terapias. El simple hecho de recibir un abrazo nos hace sentirnos protegidos, comprendidos, queridos y reconfortados.
Abrazar es una muestra de afecto y la forma de establecer un vínculo de aceptación hacia otra persona y además, existen tantos beneficios que no deberíamos escatimar en ellos, sobre todo, cuando son los niños quienes los reciben.
Como seres emocionales que somos, el contacto físico es fundamental y constituye una forma de comunicarnos y de expresar sin hablar el afecto que sentimos por una persona.
Son muchos los beneficios desde el punto de vista afectivo y de salud en general, que un fuerte abrazo aporta a los niños.
Les ayuda a sentirse seguros y a tener más confianza en sí mismos. Un niño siempre va a sentirse más seguro cuando recibe abrazos de sus padres y familiares más cercanos. Al recibir un abrazo, el organismo libera oxitocina, una hormona conocida como “la hormona del amor”, que genera una profunda sensación de bienestar.
Abrazar es una forma de decir “te quiero”, “te tengo en cuenta”, “me importas”, y aunque también es necesario que se lo digamos todos los días a nuestros hijos, los abrazos ayudan a reforzar ese sentimiento y a mejorar su autoestima.
Un niño que reciba constantemente muestras de afecto a través de los abrazos como hábito cotidiano, será en el futuro una persona sana emocionalmente, capaz de manejar asertivamente los conflictos y no dependerá de terceras personas para afianzarse en sus resoluciones.
Al recibir o dar un abrazo el sistema inmunológico se activa y aumenta la producción de glóbulos blancos, encargados de luchar contra los agentes infecciosos como virus y bacterias.
Los abrazos activan las endorfinas, responsables de aumentar la sensación de alegría y plenitud y disminuir la de ansiedad o tristeza. Si quieres restablecerle a un niño su alegría y animosidad, bastará con que lo tomes entre tus brazos y lo estreches con mucho amor; para que deje de sentirse triste o decaído. Un buen abrazo le aportará apoyo, comprensión y le reconfortará.
Mejora la unión entre padres e hijos y fomenta el apego en la familia. Inclusive, los niños que se crían en un ambiente donde las manifestaciones de amor son un hábito constante; en el futuro formarán familias con esa misma tendencia. Los vínculos que propician los abrazos crean nexos afectivos cercanos y sinceros, que logran unir a la familia.
El contacto físico reduce la producción de una hormona, cortisol, que favorece el estrés, y aumenta las hormonas encargadas de producir sensaciones de bienestar. No hay nada que llene más a una persona, que la energía que se desprende de un abrazo sincero y motivado por emociones tan positivas como el amor.
El poder del abrazo le hace sentir al niño que no está solo, que tiene a alguien con quien puede contar y le abre el camino para que pueda expresar todo lo que siente; recuperando su equilibrio interior que en los pequeños es un tanto difícil de gestionar.