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Uno de los conceptos más difíciles de entender y aceptar en la espiritualidad es el de que realmente no somos nada como individuos y que volver a nuestro verdadero Ser implica que nunca podremos ser testigos de esa experiencia. Nunca habrá un «Yo» como nosotros dentro del Ser ni sabremos qué se siente siéndolo. Es imposible. Un ejemplo hará más fácil el comprenderlo.

Imaginar que nuestro verdadero Ser es el Mar. El Mar o es completo o no lo es. En el momento que alguna gota se separara de él perdería su unidad, su magnitud, su verdadera esencia.
Ahora imaginar también como a veces el mar choca contra una roca y se forman momentáneamente salpicaduras, gotas que se elevan y vuelven a caer. Congelemos esa escena por un momento y observémosla.

Cuando se forma la gota, el mar ha dejado de ser completo, ya no es el mismo y se ha «creado» momentáneamente una nueva entidad: «la gota».
Gota que parece estar separada y que si tuviera vida propia se creería que es algo aislado y distinto del resto del mar.
Esa identidad nueva e ilusoria parece tener consciencia de sí misma, vive en el tiempo y en el espacio que dura el subir y bajar de nuevo al resto del mar y no quiere desaparecer, le atrae enormemente volver a ser parte del mar pero siendo gota y eso es imposible.

Ahora volvemos a observar la escena. El mar incompleto y sus gotas en el aire. Acaso todo ello no es el mar absoluto en aparente diferentes formas, tamaños y estados. ¿Ha podido dejar de ser lo que era? ; ¿O simplemente está fragmentado por un instante? ¿Puede la gota ser algo en realidad o es simplemente un instante de «separación del mar»?

Nosotros como individuos somos esa gota. Algo que no es pero que se cree que «es» por un instante. Y ese instante es toda nuestra vida. Vida en la que defendemos a ultranza nuestra identidad separada cuando en realidad no es nada de por sí, sólo lo parece.
Y no sólo está nuestra «gota», hay muchas más, tantas como seres habitan este ilusorio mundo. Por eso en la espiritualidad también se dice que «todos somos uno» pues la suma de todas las gotas daría lugar de nuevo al mar siendo cada gota una forma de experimentarse el mar de forma separada.

Perder nuestra individualidad y no resistirnos a ello es el mejor y supremo regalo que le podemos hacer a nuestra verdadera esencia, a nuestro verdadero Ser. Toda resistencia a admitir nuestra insustancialidad es tiempo que la gota sigue en el aire y tiempo en el que el Mar no puede volver a ser lo que era.

No somos realmente nada y a la vez somos todo pues el mar nunca volverá a su verdadera identidad sin que todas sus gotas se fundan y desaparezcan en él.
Lo importante es el mar y no nosotros que simplemente representamos la loca idea que un día tuvo el mar de experimentarse separado de sí mismo…

Autor Anónimo