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Lo que nos sacude el alma son las sensaciones, las emociones que se sienten por todo el cuerpo. Las pérdidas, los desengaños, los desencuentros, los abandonos, las decepciones, los sueños frustrados, las promesas incumplidas, las traiciones, la incomprensión…, eso duele y mucho.

Todos en cierta medida estamos haciendo nuestro pequeño duelo, sanando, limando asperezas de la vida, aunque no todos vivimos estos embates de la misma forma, y en esos momentos es importante tener cerca una persona que de verdad entienda tu proceso y que simplemente te acompañe. Pero como la vida es dual te enseña las dos caras de la moneda para que el aprendizaje sea completo, interiorices, veas claro y drenes lo tóxico.

Mucha gente se siente cansada, saturada, y no de librar sus propias batallas, que ya es bastante. Sino porque al mostrar sus sentimientos, se encuentra con una barrera, la de la falsedad de los dignos y dignas que no están acostumbrados a sensaciones tan efervescentes. No es políticamente correcto expresar tu sentir porque eso escuece, desmonta y grita autenticidad.

Y ¿qué es lo que te deja hecho polvo?

Sostener todo esto en el tiempo.

La sensación de no poder abrir tu corazón, la sensación de sentirte censurado. (Nunca te disculpes por lo que sientes. Es como disculparte por decir la verdad, tu verdad)

Te deja hecho polvo ver cómo se gira la tortilla para conveniencia de otros, de otras razones que el corazón no entiende.

Te deja hecho polvo los que no se ponen en tu piel jamás, los que no empatizan porque su ego les impide ser flexibles y solo ven su realidad, su razón.

Y que sobre todo te dejan hecho polvo, aquellos a los que les abriste el corazón permitiéndoles ver lo que hay en el fondo de tu alma y no lo valoraron.

Entonces y tras muchos intentos y tras mucho tropezar con la misma piedra sucede algo. Te refuerzas diciendo ¡hasta aquí!, y cuando aparece esta expresión es porque ya estás CANSADO en mayúsculas, has consumido todas las probabilidades, has agotado tu paciencia y la espera, creyendo que se puede solucionar, que quizá puedan entenderte. Sientes que tú ya has puesto todo de tu parte y que ya no hay nada que te impulse, ya no hay guerra ni bandera que plantar, ya no te quedan ganas de abrir la caja de Pandora para que salga el último de los males, la esperanza. Cuando estás cansado, es porque has arrugado la esperanza como cuando haces una bola de papel. Por mucho que quieras volver a estirarla, ahí están los pliegues del ayer.

Y entonces cambias tu actitud para contigo mismo y das el salto, uno más, que es el de perdonarte y amarte. Y entonces todo se relaja, desaparece el cansancio, la saturación y mejor aún , cesa el dolor.