Muchas veces las mamás solemos achicarnos y achicarles el mundo a nuestros hijos con nuestra sobreprotección, con nuestros miedos, con nuestros controles.
Cuando Facundo Cabral decide “embarcarse” por los caminos del mundo, su mamá le dijo: “un día te di la vida. Ahora te hago el regalo más grande que puedo hacerte: te regalo la libertad”.
Esta es una frase muy dura, pero si no liberamos a tiempo a nuestros hijos, los ahogamos, los anulamos, los desquiciamos.
Esta frase nos hace ver que a veces no somos capaces de tejer, de generar vínculos lo suficientemente fuertes, sólidos, sinceros, como para que se mantengan por sí mismos, necesitamos caer muchas veces en la chicana del control, de la obligación, desde la chicana de la victimización, desempeñando el papel de eternas víctimas para recibir la atención de nuestros hijos o para que se mantengan unidos a nosotras.. si esto sucede hemos equivocado el camino, que conducirá al dolor a nuestros hijos y nosotras seremos las responsables. Atentas mamis..
A veces las madres solemos caer en la manipulación con nuestros hijos para recibir afecto, ese afecto que no supimos ganar por derecho divino, entonces necesitamos manipularlo. Eso no es amor, el amor no manipula para que los hijos se mantengan cerca, el amor no se victimiza para que los hijos se mantengan cerca de una madre.
El amor es, confía en lo que supo dar. Confía. El amor bien entendido y sano abre las ventanas, deja volar y confía en el sano amor que supo brindar. Mira como vuela su retoño y reza en secreto que la vida lo cobije.
Confía en las herramientas que supo darle pero jamás manipula el amor. El amor es sagrado y jamás debe ser manipulado, negociado. Menos el de una madre hacia sus hijos, por lo menos no debería ser así en nombre del amor, que es sagrado, libre de toda culpa.
Caer en la víctimizacion, en el control, en el forzar para que nuestros hijos se mantengan cerca nuestro, no es amor, el amor no fuerza, fluye.
Lo cierto es que, para la madre, el soltar a los hijos es un trabajo que no surge espontáneamente. Es un trabajo casi espiritual, que tiene que ver muchas veces con los aspectos más sombríos de la propia maternidad devoradora que no sabe cortar a tiempo y que cada madre debe reconocer y trabajar. Esa madre que está constantemente pariendo a sus hijos sin terminar de parirlos en un constante tironeo que los hace sufrir a ambos.
Tenemos que tener claro que Madre vamos a ser toda la vida, maternar toda la vida a nuestros hijos no, es insano.
El trabajo de liberación de las madres es un trabajo de enorme despertar y madurez. Saber cortar sanamente con este rol es de una enorme madurez emocional como mujeres y como madres, es allí cuando nos volvemos mujeres sabias que pueden mantener recién allí relaciones sanas con sus hijos, nietos, nueras y yernos, con el mundo.
Por Danila Hernandorena en el Universo está a mi favor.