El planteamiento de Antroposofía es una cosmovisión espiritual del ser humano, con áreas de aplicación en la educación, en la medicina, en la arquitectura, las artes, entre otras, basada en la filosofía de Rudolf Steine.
Particularmente, dentro de su cosmovisión del ser humano y su desarrollo espiritual, Steiner estableció los septenios, que es el estudio biográfico de las personas cada 7 años, y el estudio del temperamento. Steiner enuncia que el desarrollo puede verse tripartitamente, hablando de maduración física, maduración anímica y maduración espiritual.
Eso quiere decir que cada 7 años tenemos que enfrentarnos a una crisis. Desde el nacimiento hasta los 42 años, pasamos por etapas que conforman el proceso de afirmación. Estas cinco etapas primeras, son las más importantes para la persona. Desde los 42 años en adelante, se convierte en un proceso de transformación.
En este septenio nace el cuerpo físico del bebé, siendo muy importante la gestación de este mismo, ya que las enfermedades que existan en este septenio se deberán en gran medida como repercusión a cómo fue el embarazo de la madre.
El órgano que prima en este septenio es el sistema nervioso, ya que a través de él va desarrollando las habilidades perceptivas, tanto con la imitación, el tacto, el movimiento, el equilibrio.
Elemento fundamental es el de dar calor, ya que este posee una doble funcionalidad: primero, en el nivel físico esto se vivencia como protección, y en un nivel anímico esto se vive de tal manera que el niño siente que es importante para el adulto, lo que va otorgándole confianza en el medio externo, que finalmente conlleva a poseer un buen nivel de autoconfianza.
En esta etapa es normal que los chicos teman la ausencia o distancia. Lo que puede agrandar aún más este miedo, es la posible muerte de un familiar o una mascota. La separación de los padres también es un factor importante, que enquista el temor. Si uno no trabaja bien este miedo, puede quedar atrapado en el temor al abandono.
Los padres tienen que mantener su presencia en esta etapa de la vida, tanto cualitativa como cuantitativamente. Es fundamental tanto la figura materna como la paterna. En esta etapa es fundamental variar la alimentación. De esta forma ellos reconocen que no todo lo que les gusta es nutritivo. La variedad permite que aprendan a disfrutar todo.
En este septenio se comienza a forjar el temperamento, el cual puede ser colérico (fuego), sanguíneo (aire), melancólico (tierra), o flemático (agua). Cada temperamento tiene rasgos de comportamiento determinado, una forma de vincularse con el mundo, de vivenciar las experiencias, entre muchas otras cualidades.
Otro aspecto fundamental de este septenio es la habilidad o posibilidad de comenzar a adquirir hábitos, que abarcan más que dormir, comer o trabajar, sino que pueden ser hábitos de respeto, de no criticar, de comprender y saber perdonar, entre otros.
Es fundamental entonces poder fomentar y cultivar estos hábitos, tanto por parte de los padres como de los profesores. Alrededor de los 9 años comienzan lo que se denomina los sentimientos del yo, lo que abre al niño hacia un mundo de polaridades a partir del sentir: sentir simpatía y antipatía, sentir el yo afuera y el yo adentro y de esta manera comenzar a experimentar sentimientos.
Hay que dar explicaciones de lo que se les dice. Fundamental que aprendan a saludar y agradecer, les otorga sentido de dignidad. Época de burlas entre niños. Sucede en la etapa escolar y en la familiar. Si en el núcleo íntimo la burla llega a la crueldad, los padres deben intervenir.
En esta etapa nace la espontánea solidaridad en los niños. Hay que favorecer el sentido solidario, ya que los ayuda a valorarse como personas y a entender al prójimo.
Hay que guiarlos para que puedan ver la vida. Se pueden ver videos o películas junto a los niños y luego reflexionar juntos; qué interpretaron, cómo se sintieron, etc. Hacer filosofía de niños. Enseñar nombre de las estrellas. En esta etapa de la vida, la enseñanza de las constelaciones es algo que no se olvidan más.
En esta etapa comienza el proceso hormonal de todo adolescente. Es cuando se constituyen como personas, y Enecesitan tomar distancia de los padres. Los padres tienen que poder decirle a su hijo “tú puedes contar conmigo”. No tienen que involucrarse en la vida de su hijo, mas bien tienen que lograr ser como faros, ser los referentes. Los chicos se nutren de su consistencia.
En esta etapa hay un énfasis en el pensar para poder conocer el mundo: antes el niño solo hacía registros, mas ahora lo procesa y lo debate más activamente. También comienzan a buscar conscientemente a los amigos que quieren tener, estableciendo relaciones kármicas importantes. Que los jóvenes posean una aproximación a la música también es muy común en este ciclo, ya que lo hacen como una manera de religar con la espiritualidad de forma más sutil.
Hay que permitir que hagan su proceso. Los hijos no quieren padres perfectos, pero si coherentes.”Ser como faros plantados en valores coherentes y consistentes”.
Hay que promover el contacto al aire libre, el espacio. Es sanador para los adolescentes que canalicen su energía a través de este elemento. Ellos tienen que aprender una actitud crítica positiva de la vida. Es la etapa donde tienen que reflexionar por el significado de la vida, por el sentido de sus vidas.
Promover las manualidades, artesanías, el sentir las cosas y trabajar con las manos. Aprender un instrumento musical.
Este es un septenio de experimentación: de tener experiencias variadas, tanto como diferentes viajes hasta diferentes trabajos. Hay una búsqueda de validación a través de los amigos y de la carrera.
Se hace énfasis en la calma interior, donde, a través de ella, vamos a ir adueñándonos de los espacios que habitamos. Esto quiere decir, que a través de un proceso de estabilización, vamos a poder amoldarnos a los límites que vamos a ir conociendo en este mundo que se abre
Contacto con el parque, el jardín, la tierra. La naturaleza sigue su ritmo y no es rutinaria. La rutina no existe, son ciclos naturales. En esta etapa se tiene que cuestionar el sentido de la vida. Se empieza a descubrir la misión en la vida; para qué estoy, de donde vengo, hacia donde voy. Qué hago de mi vida y por qué. Se busca desarrollar el sentido común.
En este septenio se sitúa lo que se denomina el lugar kármico: es el situarse en el lugar exacto donde uno realiza aquello que vino a hacer, conjunto a las personas con las que tenemos que llevarlo a cabo.
Se puede apreciar que este ciclo está en la mitad de los septenios del cuerpo y del espíritu, lo cual produce una vivencia de Aquí Estoy Yo: se sitúa el ego terrenal en la tierra y comienza una nostalgia por lo no vivido, pero al mismo tiempo una apertura hacia la espiritualidad.
Perder lo que me gustaba hacer, mi deporte, el tiempo que tenía para mí, el trabajo, la seguridad material, la virilidad, la juventud, etc. Actitud frente a esta etapa sería: “no hay que tener, hay que ser”. Es el momento de dedicar tiempo y energía a mi ser interior. “Crecimiento y afirmación interior”. Tiempo de tener claridad. La soledad es necesaria; no es aislamiento, es encontrarse con uno mismo.
Se desarrolla una conciencia comunitaria. No soy, somos. En esta etapa hay que lograr adoptar el agradecer y sonreír, como una actitud de vida. El que lo logra, en vez de deprimirse y quejarse, es el que aprendió a vivir.
Aprendemos a escucharnos y a escuchar a los demás. Es tiempo de escuchar y aprender. Prestar atención a lo más sagrado de uno mismo.
Este septenio nos trae el segundo nodo lunar, el cual llega a los 37 años. Esta vez nos hace cuestionarnos si estamos haciendo lo que tenemos que hacer en esta vida: despierta, o nos remueve, el concepto de autenticidad, que es el poder reconocer que hay problemas, que no somos perfectos; nos permite asumir lo que está pasando alrededor de nosotros y poder hacernos cargo de ello.
En este periodo se vivencia frecuentemente el perdón hacia los padres, y paralelo a estas vivencias comienza también el decaimiento del cuerpo físico.
Si trabajé mis miedos, a esta edad no temo a la rutina. Lo que deseo es aterrizar todo lo que he aprendido. La persona vive de recreo, siente muchas ganas de transmitir y dar. No se aburre, siempre encuentra la forma creativa de darse y comunicar. Busca estar en contacto con la tierra, en su jardín o regar sus plantas.
Si no trabajó sus miedos, en vez de ”ser”, va a buscar “tener”. En vez de estar en contacto con la tierra, va a querer poseer cosas, poseer tierras. Esta edad es la última oportunidad que tengo para saber cuál es mi misión personal en la vida. La persona que superó su miedo, encuentra la sabiduría oculta en los aromas. Disfruta las esencias.
Aquí comienza el desarrollo de los septenios espirituales, lo que nos trae fundamentalmente la habilidad de poder mirar más de lejos las cosas, sin quedarnos atrapados en ella: se pueden separar los hechos más fácilmente, con objetividad y desapego.
El planeta Marte trae a este septenio una energía movilizadora, que da fuerza para resolver inquietudes del septenio anterior, abriendo nuevas vías de creatividad para responder si estamos haciendo lo que tenemos que hacer.
Otra energía creativa que se da de manera paralela es el comienzo de la menopausia, que puede manifestarse fundamentalmente en dos vías de creación: la primera, donde la mujer tiene su último hijo a esta edad. O la otra resolución hacia esta energía es el tener otras profesiones, otros trabajos, crear proyectos, iniciar otras empresas, entre otras.
Esto puede entenderse también como un brote de energía creativa, que mantiene activa y vigorosa a la persona, tanto hombre como mujer, en este septenio, lo cual cabría como resolución del nodo lunar del septenio anterior.
Finalmente ocurre un contraste muy importante con la juventud, por lo que es común ver padres y madres que comienzan a competir con sus hijos, para no vivenciar esta decadencia corporal natural del ser humano.
Si la persona no trabajó su interior, a esta edad va a buscar la seguridad afuera, en los otros o en los hijos. Vuelve la amistad, el reencuentro con los amigos, el sentir “tú puedes contar conmigo”. El nivel de conciencia es existencial.
Si la persona no creció, va a adoptar una actitud crítica negativa ante la vida. Si creció interiormente, va a ser una persona positiva, que colabora y participa para que las cosas mejoren. El sentido es el tacto. Se vuelve a las actividades manuales, a redescubrir el amor en la pareja.
A los 55 años y medio ocurre el tercer nodo lunar, que nos presenta una energía de introspección hacia dos puertas de autoconocimiento: la primera es el cuestionamiento de que si hicimos lo que teníamos que hacer, y la segunda es qué podemos hacer todavía.
Si la persona no superó sus miedos, en esta etapa va a tener mucho temor al otro, al daño a ellos o a sus hijos. Pánico ante la inseguridad y el daño.
Si no trabajó, ante el temor, se va a cerrar. En vez de autonomía, se encierra en su casa, no sale. El sentido es el fuego; se busca el compartir los asados, hacer fogatas. El nivel de conciencia es el social. Si creció como persona, quiere ser útil, escuchar, participar y tomar contacto con la realidad.
Si no trabajó sus miedos, la persona reclama presencia. Está mal ante la vida y quiere que le llenen la vida, entonces hace reclamos de presencia, tiempo, energía. Es egoísta y se enferma para llamar la atención. Hay que ponerle límite a estas personas.
El elemento es el agua, y ayuda a disolver los miedos internos. El sentido es el gusto. Si aprendió a vivir, la persona come poco, pero come bien. Su alimento habla de su estado de conciencia.
Si la persona trabajó sus miedos, sabe que la vida con la muerte no termina, es sólo un paso. No teme perder. Es un faro para los demás, le encanta el sol y abre todas las ventanas de su casa para que entre la luz. El nivel de conciencia es la unidad, y se preocupan por la unión y la familia.
Se trabaja con periodos de 7 años cada uno o septenios: La vida del hombre en la Tierra se desenvuelve en etapas de siete años. Al comienzo de cada período nuevo de siete años se le abren nuevas posibilidades que no eran posibles antes.
Los tres septenios del cuerpo:
Por eso la adolescencia es tan difícil: los deseos y emociones encuentran sus medios de expresión física en el cuerpo, mientras que el Yo que tiene que controlar estos elementos no ha nacido todavía. El Yo se encarna a los 21 años. Su primera tarea es dominar el cuerpo astral y vivir de manera consciente a través de la vida del sentimiento y de la emoción que antes era incontrolable.
Los tres septenios del alma:
Si se han pasado estas etapas de manera constructiva y se han realizado las nuevas capacidades, el hombre ha alcanzado el umbral de la madurez.
Los tres septenios del espíritu:
Todas las edades de transición (42, 49, 56 y 63), son de especial importancia, hasta que a los 70 años se acaba en cierto sentido el desarrollo vital, y los años que siguen ofrecen la oportunidad de poner la sabiduría adquirida a disposición del mundo, y prepararse en conciencia para la vida después de la muerte y la nueva encarnación que seguirá.
A lo largo de nuestra vida nos esperan nuevas posibilidades que nos serán provistas por poderes superiores sólo con que nosotros hagamos uso de ellas.
En una vida ideal, se haría un uso pleno de cada nuevo regalo, se estaría preparado para el próximo cuando llegara la hora, y se crecería en sabiduría, madurez y habilidad para poner los frutos de nuestra sabiduría a disposición de los semejantes, especialmente a partir de los 35 años, cuando ya no debamos estar tan preocupados por nuestro desarrollo personal como en la primera mitad de nuestra vida.
Autor: Rudolf Steiner