Las notas manuscritas de agradecimiento tienen poder. Es un acto deliberado que parte del corazón para quedar impreso en papel. Es la tinta de los sentimientos conformando un gracias, un te quiero, un te echo de menos… Las personas estamos olvidando el saludable ejercicio de la escritura y de cómo esta práctica, inmortalizada en simples notas, postales o cartas, despierta sonrisas y emociones.
Ahora bien, ello no significa ni mucho menos que nuestra mensajería inmediata elaborada a base de whatsapps y otros sistemas, tenga menos valor. Esos ‘buenos días’ o un ‘¿cómo estás?’ es algo a lo que nos hemos acostumbrado, algo que conforma nuestro día a día con las personas que nos importan y que sin duda, revierte en nuestro bienestar emocional.
Sin embargo, la nota manuscrita tiene otro tipo de trascendencia. Es perdurable, requiere esfuerzo y da forma a un tipo de detalle que intensifica cualquier mensaje. Es un acto prosocial que ya no se ve con tanta frecuencia. Porque no hablamos de la simple postal de rigor que uno puede enviar por navidad o por un cumpleaños. Nos referimos a un mensaje escrito a mano para agradecerle, por ejemplo, a un amigo ser tan mágico y especial en nuestra vida.
Son unas frases ingeniosas para decirle a un compañero de trabajo que “vale oro”. Es también, ese post-it que colocamos en la maleta o entre la ropa de nuestra pareja para sorprenderlo con un ‘te quiero‘. O puede ser también un escrito sincero y simpático para dirigirnos a nuestros padres, hermanos o abuelos recordándoles lo especiales y valiosos que son en nuestras vidas.
“Dios mío, ¡cuántas cosas le diría si supiera escribir!”.
-Ramón de Campoamor-
Amit Kumbar, profesor de la Universidad de Texas en Austin, en Estados Unidos, realizó un curioso y llamativo estudio sobre los efectos que podían tener las notas manuscritas de agradecimiento. El trabajo se publicó en la revista Psychological Science y nos revelaron datos que nos invitan a la reflexión.
En esta investigación, el doctor Kumbar y su equipo pidieron a una muestra amplia de personas que escribieran notas de agradecimiento a personas de su entorno. Asimismo, se les pidió además dos cosas más. La primera que predijeran qué efecto podía tener ese gesto. La segunda, que apuntaran cómo había sido en realidad la respuesta de esas figuras próximas que habían recibido las notas.
Así, algo que pudieron ver en ese experimento es que hay quien subestima por completo esta práctica. Es más, una parte lo vieron con cierta incomodidad por un hecho muy simple: no estaban habituados a dar las gracias, a mostrar sentimientos de forma abierta. Hacerlo por escrito tampoco les resultaba cómodo. Los experimentadores definieron este comportamiento como sesgo de egoísmo.
Escribir notas manuscritas de agradecimiento fue para una buena parte del grupo experimental, un ejercicio de bienestar. Lo era porque imaginaban que aquel gesto iba a ser recibido de manera positiva. Predecían el efecto y eso les generaba mayor ilusión. Emisor y destinatario vivían aquella sencilla experiencia de manera muy positiva.
Además, hacían uso del factor sorpresa. Escribir notas a mano para dar las gracias, para reconocer a las personas que amaban, para dedicar un te quiero o un sentimiento de admiración, no es algo muy común. Fue un acto prosocial que se vivió en muchos casos de una manera muy positiva.
Cuando enviamos un mensaje por whatsapp, por término medio, esperamos dos cosas. La primera es que nos lean y ver el check azul validando la lectura. La tardanza en ver ese símbolo genera a menudo angustia y hasta inquietud en muchas personas. La segunda cosa que deseamos es una respuesta; a veces, hasta nos basta con un simple emoticono.
Ahora bien, con las notas manuscritas de agradecimiento no ocurre lo mismo. Es un ejercicio a la vieja usanza. No sabremos en qué momento el receptor leerá el mensaje, no recibiremos ni una notificación, ni el check azul ni aún menos una respuesta. De hecho, lo común es no esperarla, porque el propósito de estas notas va en una sola dirección, llegar al corazón del receptor para arrancarle una sonrisa, una emoción…
¿Cómo debe ser la mejor nota manuscrita de agradecimiento? ¿Muy corta? ¿Original, divertida, extensa, con un papel de colores, envuelta en sobre o mejor una postal con fotografía o dibujo incluido? En realidad, no hay una fórmula exacta que sirva en todos los casos.
No obstante, hay dos variables indispensables: sinceridad y sencillez. La nota cobra valor cuando viaja con ella la ilusión de sorprender. Puede ser breve o puede ser larga, pero sea como sea, mejor escrito mano, con buena o mala letra, pero que sea nuestro, que parta de lo más profundo de nuestros sentimientos.