Por qué nos cuesta tanto mantener nuestra mente en el tiempo y lugar en el que estamos? Incluso cuando sabemos lo beneficioso que puede ser para nosotros conectarnos al presente, aparece una resistencia que nos dificulta hacerlo.
Carpe Diem, del gran poeta romano Quinto Horacio Flaco, significa algo así como ‘aprovecha el momento‘, en el sentido de no malgastarlo. La frase completa en su idioma original es “Carpe diem, quam minimum credula postero” y su traducción más fidedigna es algo así como ‘Aprovecha el día, no confíes en el mañana’. Sin embargo, nos resistimos a vivir el aquí y ahora.
A priori, resulta más fácil eso de dejar pasar el día y dejar que venga el mañana que «aprovechar el momento». ¿Qué es eso verdaderamente? Algunas personas son incapaces de vivir el momento, de concentrarse en el ahora. Adictos al pasado para poder vivir el presente. Arremetidos y enfurruñados contra sus pensamientos.
Lo peor de todo esto es que no sabemos si nos arrebataron esta capacidad con la «civilización». Si lo salvaje es precisamente dejar de sentir para pensar. ¿Por qué nos resistimos a vivir el aquí y el ahora? ¿Tiene que ver esto con la evolución humana?
Eckhart Tolle, en una magistral conferencia en Barcelona, puso de manifiesto esta desgracia del ser humano: estar preso de las formas mentales, materiales y emocionales. Dejar de contemplarlas como algo pasajero… para pasar a identificarte con ellas. Dejar de estar presente… para estar satisfecho mentalmente.
Esto nada tiene que ver con el «ensimismamiento» o la parálisis. Todo lo contrario. Nadie pone en duda que en esta vida se tienen que «hacer cosas».
El quid de la cuestión es hacer cosas y estar presente con lo que sientes, sin juzgarlo ni sentirte juzgado continuamente. Es la forma más madura de compromiso y carácter.
«La acción siempre ocurre en el presente, porque es la expresión del cuerpo, que existe solo en el aquí y el ahora. La mente espiritual es como un fantasma que siempre vive en el pasado o en el futuro. El único poder que tiene sobre ti es atraer tu atención del presente».
-Sócrates-
A veces, dejar de estar preso de las formas mentales es muy parecido al contacto agradable con un bebé, con la naturaleza o con un animal. Es apasionante ver como una persona emplea su tiempo con alguien que no le juzga, pero tampoco le vanagloria. Algunas personas se desarman y otras se arman. Hay personas que se relajan y conectan con el presente cuando no se sienten juzgadas.
Otras sienten que tienen que seguir demostrando algo, continuamente. En este último caso, además de un problema de contacto con el presente, hay un exceso de narcisismo y ego.
Al primer tipo de personas, quizás les falta una buena compañía o simplemente evitar otras. O lo más difícil: hacer que la suya sea soportable sin un juicio continuo. Sin una culpabilidad por todo lo que han hecho o van a hacer. Mirar la vida como espectador de su mente y protagonista de las situaciones.
Conectamos con el presente cuando hay una aceptación radical de los estados mentales sin sumisión moral ni intelectual a ellos. Cuando contemplamos las formas del mundo sin sentir que ellas nos definen. La diferencia entre el exceso de intelectualización y la verdadera sabiduría.
En Occidente, es difícil entender el desapego. Nos negamos a dejar ir y nos aferramos.
Cuando tenemos una familia, amigos y un amante, creemos que durará para siempre. Sufrimos pase lo que pase. Y este sufrimiento nace de nuestra incapacidad para desapegarnos. De sentirnos libres y conectados con la dimensión presente.
Si creemos que algo depende de nosotros continuamente o que nosotras dependemos de otros conectar con el aquí y el ahora es mucho más difícil.
«Si no obtienes lo que quieres, sufres.
Si obtienes lo que no quieres, sufres.
Incluso si obtienes exactamente lo que quieres, aún sufres porque no puedes aferrarte a él para siempre».
-Sócrates-
Ante una muerte, podemos tomar meses o años para aceptar la partida de un ser querido, cuando es el proceso normal de la vida. Todo es llevado a la muerte. No es la muerte lo que es triste y doloroso, es su negativa a aceptarlo como un proceso normal de la vida.
Para nosotros, occidentales que vivimos en la era del consumismo y la productividad a cualquier precio, esta búsqueda del momento presente es casi un lujo. ¿Quién tiene tiempo de reducir la velocidad para saborear la brisa de la mañana, el olor del césped mojado?
Todos tenemos la impresión de correr constantemente. Para la mayoría de nosotros, esta carrera se convierte en una rutina que pesa.
Nuestra vida diaria está sin aliento y soñamos el fin de semana, las próximas vacaciones o incluso la jubilación. Vamos a trabajar pensando en la cena. El domingo está poblado de ansiedades pertenecientes al lunes. Nuestro presente parece tan aburrido y vacío que huimos.
En una sociedad en la que se valora el rendimiento, el concepto de «aquí y ahora» puede sorprender. Incluso puede ser sinónimo de pereza y descuido. Ahora, no se trata de una filosofía barata.
El presente adquiere sentido a través del pasado y el futuro. No es una foto estática, pero es parte de una película. Debemos saber de dónde venimos ahora para hacer gestos que construirán el futuro. Podemos pensar en problemas ambientales: actuamos ahora sabiendo que tendrán impactos en el futuro.
Luchando con el agotamiento que nos obliga a detenernos, terminamos preguntándonos qué significa todo. Y eso es a menudo lo que falta en nuestras vidas: un significado. Es importante saber qué motiva nuestras acciones y elecciones.
Esto no significa que tenga que darse objetivos espectaculares. Darle sentido a la vida es encontrar lo que más nos importa y luego trabajar y actuar de acuerdo con esa prioridad. Puede ser familia, amor, nuestros hijos. Solo con un propósito claro, que tiene sentido para nosotros, realmente podemos tomar el tiempo para saborear el camino que conduce a él.
Parando para disfrutar el momento, construimos recuerdos felices de nuestros sentidos. Algunos chamanes los llaman «recuerdos calientes». A diferencia de los «recuerdos fríos» forjados de nuestro intelecto, estos recuerdos son indelebles y se convierten en una fuente de consuelo.
Si nuestro pozo está vacío, si no nos hemos tomado el tiempo para disfrutar de los pequeños momentos de felicidad en nuestras vidas porque estábamos demasiado ocupados para lograr el rendimiento y correr, tendremos la impresión de que nuestra vida carece de contenido. Las «crisis de la cuarentena» son a menudo el resultado de esta observación.
Simplemente sentirse vivo y saludable, aquí y ahora, puede ser una fuente de alegría. Aun así, es necesario detenerse para apreciarlo. El consejo de la autora Sarah Ban Breathnach es mantener un diario en el que escriba, cada noche, cinco cosas por las que se sienta agradecido. Nos damos cuenta de que somos mucho más ricos de lo que pensamos.
Nos han machacado con frases como «de tu pasado depende tu presente», «depende de ti forjar un buen futuro»; relacionando el valor del presente con la inutilidad, la invisibilidad o incluso la inactividad. Una persona que no piensa en tener una buena historia pasada y un futura prometedor está perdido. En algunas personas vulnerables, estos mensajes cristalizan en ansiedad, hiperactividad o depresión.
La culpa causa muchísimo más desasosiego que el pecado y el futuro al que temías ya ha llegado y sigue sin pasar una catástrofe. Entonces vive el presente. Compromete con algo en el fondo, abandona las formas mentales.
La única forma de sanar es dar cabida a todo lo que pasa en tu vida con una actitud presencial, de alerta e interés hacia lo que sucede en el momento presente, asumiendo que nada es tan horrible en la realidad cuando tomas contacto con tierra. En muchas ocasiones, las cosas malas solo suceden en nuestra mente, atrapada en el mundo de las formas sociales y no en el fondo del ser con sus sentidos abiertos.