Es fácil decirle a alguien que sea fuerte cuando no se está más que de espectador, resulta sencillo dar ánimos cuando no se es el doliente de una situación, cuando no somos nosotros los que nos debatimos la vida, cuando no somos nosotros los que tenemos que enfrentar la muerte de algún ser querido, cuando no se trata de nuestra relación la que se quiebra en pedazos, cuando no es nuestro hijo el que está en drogas… en fin, cuando no son nuestros pies los que están recorriendo ese camino.
Sin embargo, aun cuando sintamos que nuestros problemas son incluso más grandes que los de cualquier otra persona, podemos encontrarnos en un punto común y es que todos y cada uno de nosotros pasamos por esas situaciones que sentimos que nos quiebran desde el alma. Todos pasamos por momentos que quisiéramos evitar, todos tenemos luchas internas que estamos batallando, todos sentimos nuestro mundo caer en algún punto.
Así que desde la empatía nos podemos dar apoyo los unos a los otros, porque quizás sí, no tengo tus problemas, pero tengo o he tenido otros y lo más alentador del caso es que no importa cuál sea la tormenta que atravesemos, ella siempre pasará… y mientras pasa y para hacer su tránsito más ligero podemos tomar en consideración lo siguiente:
No nos centremos en el problema: Todos sabemos lo difícil que resulta sacar un problema de nuestra mente, parece anclarse y no dejarnos pensar en algo más, incluso nos reventamos la cabeza para resolverlo, pero lo que terminamos es presenciando cómo puede hasta crecer. Y es que donde esté nuestra atención es donde se magnificarán las cosas en nuestras vidas, en nuestros problemas, en nuestros afectos, en nuestra escasez, en la esperanza, en nuestras dudas… Así que procuremos conscientemente desviar nuestra atención a cualquier cosa que nos beneficie.
Tengamos una actitud positiva: El problema solo es problema porque así lo calificamos, cuando la mayoría de las veces no son más que oportunidades, que tomamos a regañadientes. Inclusive la misma muerte tan temida y respetada, solo es un problema porque lo vemos así, porque lo creemos así, ¿por qué no sustituimos nuestras creencias por algunas que nos permitan verle el lado amable a cualquier cosa que afrontamos?
Seamos conscientes de que todo es transitorio: Nada dura para siempre, el tener esto claro nos permite no involucrarnos de manera excesiva con los problemas, no aferrarnos, no generar apegos y especialmente nos permite disfrutar de cada momento, inclusive cuando no resulta como queremos, es lo que estamos viviendo y solo por ello merece ser apreciado.
Apoyémonos en nuestros afectos: Todo con amor fluye mejor, el amor es soporte, atención, aceptación y a través de quienes nos quieren los problemas se hacen pequeños y las tormentas mojan menos. Si tienes en quien apoyarte no lo dudes, que lo hagas no es un signo de debilidad sino de entendimiento de los procesos de la vida y de los roles que cada uno ocupa en la vida del otro.
No dejes que ningún problema te venza, decide tú cómo quieres que marque tu vida, cómo quieres que contribuya en tu evolución, qué vas a rescatar de él y qué tan útil resultará para tus experiencias posteriores.
Con información: : Sara Espejo – Rincón del Tibet