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La preocupación siempre está al acecho y más en estos tiempos que corren.

Hay un dicho que dicta así: Ocuparse en vez de pre-ocuparse.

Parece ser que la preocupación es inevitable cuando tenemos responsabilidades, cuando nuestros hijos adolescentes salen a divertirse y vemos irresponsabilidades y descontrol, violaciones y «lobos» que campan a sus anchas, cuando estamos enfermos, cuando nuestros padres se hacen mayores, y ni que decir tiene cuando te preocupa el planeta y todo lo que le estamos haciendo. Yo siempre he sido, y me pongo como mal ejemplo, una de esas personas contaminadas por la preocupación excesiva, quizá por mi perfeccionismo, quizá porque quería tenerlo todo bajo control, quizá por mis miedos e inseguridades.

Quizá y perdonar que me repita, la preocupación siempre ha sido un signo de que te importan las cosas, te importan los problemas de la gente, te importa la salud o el cómo estarán…, en realidad te conviertes en una «sufridora de la vida». La preocupación incluso es un comportamiento que está bien visto dentro de la sociedad, pero y aquí viene el problema, muchas veces el preocuparte tanto por los demás resulta ser invasivo, nocivo. Energéticamente es una barrera que impide que se encuentren soluciones cuando hay un problema, corta los caminos y las posibilidades porque la preocupación en exceso está generada por los miedos, inseguridades y densa vibración que impiden el buen fluir de las cosas.

Y ahora me dirás, ¿encima de que me preocupo por los demás?…

Estar preocupados bloquea y ofrecer tu apoyo, tender tu mano, crea puentes. Y te explico.

La persona que siempre tiene la preocupación en su mente suele estar intranquila, encorsetada, como a la expectativa de lo que va a suceder, y normalmente la mente tiende a adelantarse a los acontecimientos y fantasea con las posibilidades negativas, porque en nuestra psique los recuerdos y las vivencias negativas tienen más impacto y quedan en nuestro subconsciente aflorando siempre cuando hay incertidumbre.

Preocuparse es conseguir tener un desasosiego que puede volverse crónico y es contagioso, y además se adquiere un estado de cabreo que no lleva a la ansiedad pero la alienta.

Las personas que superan la adhesión a la preocupación saben que no deben fantasear sobre posibles males que no son ni serán seguramente una realidad. Cuando salimos de la preocupación, cuando algo nos atormenta, como puede ser un resultado médico, la preocupación por un trabajo, los estudios o el porvenir de nuestros hijos, la relación con nuestra pareja, cuando salimos de la preocupación sea la que sea y nos ocupamos, vemos no una salida, sino que ésta es más fácil y llevadera de lo que creíamos en un principio.

Con el tiempo yo aprendí que la preocupación es inherente al hombre, consecuencia de un arquetipo ligado a la inseguridad, a la indecisión, a la incertidumbre ,a la contradicción con nosotros mismos, al perfeccionismo y sobre todo al miedo, así que la próxima vez que sintamos que la preocupación invade nuestra vida pensemos que de nada nos servirá dicha actitud.

Y qué hacer:

Primero: serenarte. Darte una orden a ti mismo de calma y de control, porque todo tiene solución excepto la muerte.
Segundo: centrarte en el presente, no te anticipes.
Tercero: confía en el destino…, porque todo, absolutamente todo, trae consigo las soluciones a los problemas. Porque todo sucede por algo que obedece a un plan perfectamente diseñado para nuestra evolución y aprendizaje.
Cuarto: visualiza siempre creando escenas positivas persistentemente.
Quinto: pero no menos importante, actúa- ocúpate.